Cuando hablamos de terapia de pareja, evidentemente estamos hablando de PAREJA, así con mayúsculas… Es decir, de dos personas que decidieron compartir juntas un proyecto de vida afectiva en común.
Es frecuente que cuando una pareja está en crisis, uno de los miembros o ambos culpen al otro de los problemas. Así muchas veces llega a consulta uno sólo de los miembros auto inculpándose de todos los problemas que se generan en la pareja y buscando una solución que parta solo de él o, en el caso contrario pidiéndonos que “curemos” al otro.
Sin embargo cuando hablamos de este tipo de terapia, el foco de atención no se centra tanto en los miembros individualmente como en la RELACIÓN que se establece entre ellos. Dos personas con un sano ajuste psicológico pueden establecer una relación insana, que cause mucho sufrimientos a los dos miembros.
Desde esta perspectiva sería siempre deseable que fueran los dos miembros de la pareja los que acudirán a consulta para evaluar qué es lo que está fallando en su relación y cuáles serían los mejores planteamientos para llevar a cabo la terapia.
No hay dos parejas iguales ni dos problemas iguales, habrá que analizar su compromiso con el proyecto que los unió, la comunicación que tienen establecida, su ciclo vital, el grado de apego y demás factores que pueden estar influyendo en que la pareja esté sufriendo una crisis.
Para ello como terapeuta, lo más conveniente es que pueda observar la interacción de las dos personas para poder evaluarla.
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